martes, 10 de abril de 2007

Linda...



Linda, desde el color de las uñas hasta el perfecto equilibrio del cabello, que hipnotiza.

¿Qué hago?





¿Qué hago? Si te quiero a rabiar. Si ya no dejo de pensarte. Si me tienes agarrado de los besos. Si te añoro como a estrella. Si ya exijo tus caricias. Si no camino sin tu imagen. Si es demencia por tu risa. Si el espasmo es más intenso. Si en tu cuello desvanezco. Si he saboreado hasta tu alma.

Muero de ganas


Muero de ganas.
De tomarte entre mis brazos y sentir tu piel desnuda sobre
mi pecho, tu abrazo alrededor de mi cuello y yo perdido en la
hasta entonces alineada cabellera. De tenerte.
De hacernos uno despacio, con mis manos en tu rostro y las
palabras como sortilegio. O rápido, entre gritos y dolor de
pantorrillas.
De que mis manos viajen por cada una de tus profundidades;
de encontrarte.
De sentir humedades prometidas. De mordidas a los dedos
de los pies.
De besarte.
De recorrerte con los labios, poro a poro.
De llenarte.
Muero de ganas.
Muero de ti.

Es en ocasiones la sonrisa...



Es en ocasiones la sonrisa, pero también el cabello en exacta rebeldía; los diversas tonalidades en tu voz, la carcajada; tu calor a mi costado y las caricias, los ojos bien abiertos, palabras al oído, el despertar acalorados. Es el severo gesto al enojarte, la vanidad de tu entrepierna, el sueño que madura; son los planes inmediatos, los de hoy, los de mañana, los perfectos. Es tu aliento y el filo de las uñas, los estremecimientos que sin pensar --y en ocasiones con toda alevosía-- provocas. Es tenerte, mi vida, vida mía. Y sonreírte, hurgar en tu alma, tomarte de la mano, recorrer con la otra cada trazo. Encontrar tus veredas, los caminos. Y anhelar: hacer del futuro un lienzo colorido. Que cada susurro mío se vuelva estrella. Que cada suspiro tuyo me atrape sin remedio.

lunes, 2 de abril de 2007

Una dosis de locura


A veces pienso y pienso y pienso y no encuentro la mejor manera de decirte todo lo que siento por tí. Un poco de añoranza, cuando estamos separados; otro tanto, mucho, de deseo; una pizca extra de ilusión por ver de nuevo tu rostro y tomarte entre mis brazos; cariño, unas ganas locas de acariciarte con cariño; ternura, cuando aprisiono tu cuello con mis manos y mi beso hurga nuca y busca tu cintura. Calor, cuando te miro, ahí, recostada sobre el espejo y comienza entonces mi inenarrable dosis de locura.
Te quiero.
Te pienso.
Te deseo.

¿Sabes?


¿Sabes?

El abrazo con el que todos los días te recuerdo, siempre tiene diversos sentidos y genera múltiples emociones.
El del lunes es un abrazo suave, relajado, como queriendo acariciar lo que acabamos de vivir el fin de semana, como una extensión del tiempo frente al espejo. Para el miércoles lleva cierta nostalgia: justo la mitad de la semana entre mirarte y volver a hacerlo, entre escucharte y enloquecer; para el viernes es desesperado: me urges.
La necesidad de tus besos es imperiosa y todo empieza a girar en torno a la casi esquina RD y Misterios, más precisamente el vértice que se forma entre tus piernas,cúspide de mis ensueños.
El del sábado es el abrazo más cálido (ya sabrás el tamaño de la felicidad)
Y el del domingo vuelve a ser suave, como si adivinase los otros, los que vienen, cuando por fin estás a mi lado.