lunes, 26 de marzo de 2007
Hay días...
Hay días en que las tardes me parecen noches; mis mañanas saben a ocaso, y las madrugadas caen al ocultarse el Sol... Equinoccios a la hora del eclipse. Y puestas de Luna justo en el crepúsculo. Hay momentos en que te extraño tanto, que el mundo se me distorsiona sinsentido.
Divides mi vida
Divides mi vida en fragmentos que se reconcilian al pensarte: te imagino en tu trabajo, por la calle, tomando apresurada el teléfono, mirándome. Voy por estos senderos rumbo a tu encuentro y palpito ansioso si te pienso. Actual, dulce, vehemente, apasionada, encarnizada, ideal, profunda, desesperada. Preocupantemente enamorado desando los caminos.
jueves, 15 de marzo de 2007
Sonrisa
miércoles, 14 de marzo de 2007
Inventario
Instantes
A unas horas de la boda...
Claudia Liliana: lo que ocurrirá alrededor de la una tarde de este sábado 20 de abril (2002) no es sino una muestra de lo que se puede producir si usted tiene la confianza, la ternura, la dedicación y la decisión de aceptar un beso --a las puertas de su casa, una noche cualquiera, después de caminar desde Bucareli y Reforma--, aunque sea chiquito.
Lo que ocurrirá no es sino la suma de las emociones, de los colores, de tantas tardes-mezclilla, de arrumacos y de tus miradas que, dulces, cruzan por las mías.
Lo que ocurrirá es una suma interminable de correrías por el estacionamiento, de paseos de la mano por el Lago, de añoranzas y mordidas. De cientos de ocasiones acariciándote a la distancia, desde la máquina de escribir. Es la suma de suspiros intensos cuando escucho tus palabras, mi mano buscando tu bolsa trasera del pantalón cuando caminas a mi lado; mis ojos de fascinación por la falda tan cortita, el aroma de tu piel.
Es la suma de las ganas, de tu desnudez, tu brazo a mi costado, la alineada cabellera; la suma de palabras-sortilegio, los helados de Potrero, mi abrazo quitándote el frío, los cines, el calor entre tus piernas, los cafés que no me tomo y me tomé y me tomaré; tus ojos.
Una suma de instantes con el coche descompuesto, yo sujeto a tu cadera, tú llegando a Malva, tu boca pegada a un cigarrillo, tu sonrisa, el embeleso que produces, tu fragancia y las noches con tu imagen como eterna compañía. Es la suma de palabras dictadas al oído.
Lo que ocurrirá este sábado alrededor de la una de la tarde no es otra cosa que el inicio de lo que se puede lograr, multiplicando por millones la energía, el amor, la ternura, la dedicación y el deseo que nace cuando, de la mano, llegando a tu casa, te pido un beso y tú me dices sí, pero que sea chiquito, y yo después salgo corriendo con la euforia de haber conquistado el universo entero.
martes, 13 de marzo de 2007
No es la promesa de alboradas
sábado, 10 de marzo de 2007
Intensidad
jueves, 8 de marzo de 2007
Oye chocosa
Te quiero
cada momento que mis ojos cruzan por los tuyos, cada uno en que tu calor invade mis entrañas; cuando hablamos, si te enojas. Te quiero porque estás aquí, junto, a mi lado. Y compartes el rito de la piel, los gritos y los besos. Te quiero porque hueles a miel. Y a eso sabes. Te quiero todo el tiempo, caminando, de la mano o gotas de lluvia sobre el rostro. Todo el tiempo, todo, te quiero. Lo sabes. No lo niego.
¿Conjuro?
Como si de un conjuro se tratase, tan sólo evocar tu nombre me transporta a la suavidad de ese cabello que cede ante el acoso en el espejo y rebelde se queja a su manera: tornándote más linda a cada tarde de besos derramados en las sábanas, caricias que no acaban. No se trata de un conjuro, quizá, pero tu remembranza me lleva a recovecos celestiales, sagrados rincones, divinas aristas, polos inexplorados; con tu recuerdo inicio un viaje a la sinrazón, al desequilibrio, al paroxismo. Me pierdo al observarte y lo hago a menudo, intensa, ferozmente. Más tarde, te invoco. Y, como si de un conjuro se tratase, apareces, nítida, completa, frente a mi.
¿Qué quisieras ser?
Nunca sabré
lo que me estás dando. Pero sin duda me llega por los ojos; ¿o es por la nariz?; acaso, sí, estoy seguro, por el tacto. ¿O será vía intravenosa con impacto directo al corazón? Quizá sólo sea telepático. O vía satélite. Últimamente por mail. No sé, pero aquello que me estas dando me llega de tantas maneras que difícilmente podré defenderme. Ni lo intento.
Chiquilla
hay ocasiones en las que me pregunto hasta dónde vamos a llegar. Otras, en las que apenas recuerdo que debemos llegar a algún lado. A veces a gritos me sorprendo enmedio de una exquisita demencial y absoluta locura. Respiro agitado. Balbuceo, injurio. Me tenso. Te beso. Me miras. Somos uno. Y cuando la sinrazón nos abandona, cuando la agitación desvanece y los sentidos recobran su exacta dimensión, te observo, caminas, te vistes, acaricias. Cuando la sinrazón se va, clamo que vuelva. Cuando tomo Insurgentes a la derecha, después de mandarte un beso más, sé que sólo emprendo un largo recorrido por la ciudad que me llevará de nuevo hasta tus brazos. Cuando te siento, me pregunto contrariado: ¿hay que llegar a lado alguno sino a tu cuerpo?
Estás aquí,
en todas mis lunas. En cada paso, en los camiones, la música, los soles. Estás en el viento que por las tardes, enfadado, enfría todos los rostros, en el aroma que al andar derramas. Estás en mi mente y en mis ojos, en el suave tacto del cabello, en tu eterna sonrisa enamorada. Me gusta tu presencia. Es dulce, delicada, tierna; avasallante. El corazón da vuelcos cuando mis manos contactan tu cadera y mi alma asoma a la tuya a través de la unión de nuestros cuerpos. Te quiero. Tanto como nunca, tanto como siempre.
martes, 6 de marzo de 2007
No son solamente...
No son solamente las tardes con tu imagen como perenne compañía; ni los miles de tonos que le he encontrado a tus pantalones de mezclilla; no solamente son esos minutos a hurtadillas en el estacionamiento ni los paseos de la mano por los límites del lago; no es tu sonrisa. No tus besos. No solamente. Va mucho más allá. Eres tú. Es el momento. Estás aquí, mágicamente, en el preciso instante en que te anhelo. Me gusta sentirte. Escuchar tus latidos cuando digo duerme y tú solamente pones ojo avisor y dices sí, claro que sí y nos sumergimos en ese letargo que inevitablemente sobreviene al placer. Te quiero. Lo mismo cuando nos exploramos con historias entre sorbos de café, que si, traviesa, mi mano navega tu entrepierna y de pronto exclamas: "Ey, ey, ¿y a ti quién te invitó?" al intruso por la ventana. Más allá cuando te escucho. Te quiero mucho más allá en ese preciso instante en que cada movimiento de mi boca se convierte en un grito y entonces soy como concertista que no quisiera dejar jamás del escenario. Compartimos historia. La vivimos. Y estoy feliz. Perdida la mirada en esa tu figura; mis manos hurgando cada poro de tu piel; eternamente embelesado con tu aroma; saboreándote con ternura infinita y muy muy muy cerca de enloquecer cuando te escucho.
Cada vez es más rico
Este universo
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